Habitación
Somos florecillas blanquecinas bordadas al ras de los visillos de la habitación, coloreada mortecina por el crepúsculo culminado en agosto. El frío encuadrado en la ventana, realza la calidez del cuarto, el brillo cobrizo de la lámpara de pie apoyada sobre la mesita de luz, tiñe de dorado mi piel, desnudada para ponerme la ropa de cama un pantalón a cuadros y un sweater rosado . Antes de abrigarme, me detengo ante los ojos del espejo, el frescor del aire en el ambiente roza mi cuerpo, mis brazos, mis pechos, es reencontrarme, después de haber estado oculta todo el día, bajo metros de tela, género mullido, algodón confortante. Tan cómodo que se vuelve insoportable y asfixia. Acaricio lento mis muslos. La imagen de la ventana retrata la lentitud del tiempo, las acículas de los pinos se agitan trémulas, desvalidas ante la ferocidad del viento en la venidera oscuridad, entrando una noche que incita hálito de café, aroma a té, besos remilgados, manos firmes en mis cadera