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Mostrando entradas de julio, 2020

Habitación

Somos florecillas blanquecinas bordadas al ras de los visillos de la habitación, coloreada mortecina por el crepúsculo culminado en agosto. El frío encuadrado en la ventana, realza la calidez del cuarto, el brillo cobrizo de la lámpara de pie apoyada sobre la mesita de luz, tiñe de dorado mi piel, desnudada para ponerme la ropa de cama un pantalón a cuadros y un sweater rosado . Antes de abrigarme, me detengo ante los ojos del espejo, el frescor del aire en el ambiente roza mi cuerpo,   mis brazos, mis pechos, es reencontrarme, después de haber estado oculta todo el día, bajo metros de tela, género mullido, algodón confortante. Tan cómodo que se vuelve insoportable y asfixia. Acaricio lento mis muslos. La imagen de la ventana retrata la lentitud del tiempo, las acículas de los pinos se agitan trémulas, desvalidas ante la ferocidad del viento en la venidera oscuridad, entrando una noche que incita hálito de café,   aroma a té, besos remilgados, manos firmes en mis cadera

Invierno

Soy yo en agosto, y esa canción,   Susurrito. Y té caliente. Y Gerardo ronroneando. Y el portillo pintado en acículas. Aroma a pino.

Agujas de pino

Me desconcierta no hacerle caso a mi cabeza. Las lágrimas del cielo dibujan caminitos de hormiga sobre el vano cristal de mi habitación. Los cuerpos voluptuosos llaman la atención. El frío de agosto azota con vehemencia la ventana, la empuja, casi la abre. La carne rolliza es grotesca, dicen, es repugnante. ¿Quiero esconderme entre huesos? Las acículas caen en vuelo sesgado por las ráfagas, danzando en el aire como bailarinas raquíticas, delicadas, frágiles. Se ven tan livianas que podrían desaparecer sin que nadie lo notara, tienen una gracilidad en su morfología que las volatilizan. ¿Quiero desaparecer? Ser una acícula bailarina entre partículas de oxígeno, tan exigua y estoica como una figura ámbar de mármol tallada y fina. Caen desvalidas, arrancadas de su rama madre, chillando hacía el vacío, pero son tan bellas y aerodinámicas, que parecen haber brotado para ello, para desvanecerse en la nada, volverse almiar y ser una acícula más del montón. Luchó

11/07 - 23.41

El dibujo de tus labios rosados me abstrae. Rollizos y mullidos se deslizan entre palabras que no oigo, porqué estoy pensando cómo sería besarte.  La humedad de tu boca, la textura de tu lengua sobre la mía, moviéndose morosa entre los dientes que no participan.  La temperatura de tu respiración que se mezcla con la mía. Es una melopea suave, recitada en versos libres. Tibios nos mordisqueamos tiernos hasta qué despierto, con tu pregunta, y recuerdo que estábamos hablando, que vos siempre estuviste lejano y fue el ruido de la fantasía él qué me colmó por unos instantes.

09/07 - 20.26

Sí alguna mañana lograras ver más allá, embelesar los sentidos con más que una pantalla que escupe un revuelto masticado de porquerías estereotipadas. Si alguna tarde lograras maravillarte con la voluptuosidad de la piel, no sólo refugiarte en una silueta cosificada y ganadora del concurso social que condecoró esa talla por puro capricho. Si algún noche, tan sólo, fueras más sujeto y menos objeto. Podrías sumergirte en lo hondo de la historia humana, bucear arrastrado por la corriente, pero con la convicción del explorador, reconfortado a cada tramo por la certidumbre de lo desconocido, la excitación de una nueva cosmovisión con cada inhalación. Las profundidades del océano son insondables, son un reflejo del cielo, rotundo enigma. Somos partes, recortes, pedacitos de genética de estirpe animal: ¿Por qué buscas encerrarte en una estereotipo? ¿Por qué no desubicarse hasta las últimas instancias, en vez de quedarnos con lo servil? ¿Por qué no bucear más allá del reflejo, piélago

Açaí

Nos habíamos sentado uno al lado del otro, en la misma línea, para compartir la masa convulsa violácea, para compartir nuestros límites, fundirnos en piel. Él se aproximó delicadamente, sigiloso, con seducción animal, movimientos articulados felinos, para acicalar a su torpe menina que estaba manchada; con gesto indulgente, preparándose para el acto de pulcritud, tomando los recaudos de estar bien acomodado en el asiento, de tenerme bien enfocada y encuadrada para no errarle en sutileza y ternura, anidando su espacio, desde su perspectiva viéndome como a una criatura artística, asió mi mano, que estaba apoyada sobre el banquito, con la suya izquierda. Yo me impulse mínimamente, para hacernos más íntimos, que sus palmas me alcanzaran sin esfuerzo bruto, que sea un momento de suavidad incitante; en cuanto a su mano diestra, esta se sumergió hondamente en mi cabello oscuro, con dedos amplios y esparcidos, estirados, presionando el cuero cabelludo, que cedía a las cosquillitas agudas, p

07/07 - 23.01

Quíero ser dorada y girasol para retraerme de la oscuridad,  y el hálito gélido invernal,  preservarme hasta que sople septiembre  y los albores de enero me esperen.