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anoche

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Quizá, nunca hubo pájaros cantando.  busque la verdad en tus ojos pero, ¿se puede hallar algo en la mentira de una mentira? el reflejo del viento, un jardín soleado sin presentes. ¿No es la verdad,  lo amorfo, lo inasible, lo inenarrable? Eso que se escurre por las hendiduras, esa soledad que no duele, la garúa y su liviandad.

fecha incierta

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  Me recordé distante, con la mirada partida por el cristal. Una mañana despertada por la inercia de la vida, con el sol en punta brillando ese color particular del amanecer, en donde todo es calmo y apacible, una caricia de mi abuela. Me pican los ojos, y la luz los achina, entrecierro los parpados por un rato hasta que se acostumbran a la claridad. Que dulce momento la mañana, todavía no pesa el mundo sobre nuestra espalda, el cuerpo sigue andando de puntillas para no despertar a la mente y así seguir un ratito más en este estado de algodón. Fuera se sacuden los árboles y los arbustos furiosamente como si el viento quisiese arrancarlos de raíz, se escucha el sonido de la nada, las gaviotas, el mar, las hojas de los árboles como el frufrú de una falda. Y yo me siento a respirar todo eso y llevarlo dentro mío, a esperar que la vida llegue a despertarme de mi segundo sueño. Que un mensaje rompa el silencio y tenga que salir a escape, que mi mente empiece a sargentearme: deberías est

Mañanas de otoño

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El dulce temple del tiempo suspendido entre mis dedos. Envuelta en sábanas, almohadas más suaves que el viento primaveral, mis ojos luchan por romper con ese estado y volver a la vigilia, pero no quiero, no quiero y no quiero. Me rehúso a poner en marcha el reloj y el correr de la mente como el agua recorre furiosa los ríos en época de deshielo, arrastrando todo remanente de calma. Me encuentro embelesada por el perfume de las sábanas, tan dulce, tan fresco, tan relajante. Me doy vuelta de una lado al otro, contrariada por el sol que me exige despertar, y mi deseo de continuar en pausa me hunde más profundamente en el colchón, en la calidez del edredón azul cielo.  No es desidia, no es haraganería, es la calma. La testarudez de no soltar ese momento, a veces más corto a veces más largo, en donde mi mente sucumbe a la paz, se allá desarmada, desprovista de argumentos para arremeter contra la vida: como una niña que solo conoce de ingenuidad  e inocencia.  Toda la mañana en sí, son unas

10 de abril

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Ente nder que no todo es absoluto, que la vida no se ciñe en un no o un sí. Que la calidez se puede encontrar en los pétalos de una flor que vimos crecer desde retoño. Que la paz del alma ilumina la mirada y todo lo ve con un brillo de esplendor, hasta la más nimia situación, objeto u momento se transforma en amor, en una serena tarde soleada perfumada por el mar cercano a mi ventana y las hojas otoñales que comienzan a poblar los jardines de abril. Que obstinados somos, porque hasta quien se crea libre de tal acusación, es un tonto más entre los tontos. Un ciego más entre los ciegos, un obstinado más del montón, que ve la vida con ojos de colera bañados en ilusión.

5 de abril

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En la nada me sostengo como el vilano en el viento, en el silencio de las voces, en la impoluta presencia de la soledad, me encuentro rodeada de un sin fin de sonidos no humanos, de pensamientos vagos sobre sucesos vivos que murieron en el tiempo.  Risas desde el vientre, una mano sobre un hombro, brazos que se buscan, miradas picaras que se convalidan, pensamientos cómplices, la calidez de una sonrisa amiga, la seguridad de un otro que legitima tu existencia en el mundo. Tenerlo se volvió una faena de las más arduas, desfallece entre los días la esperanza de encontrarlo y la desesperación me hunde.  Un vacío recubre mis días, se hace imposible en el andar del tiempo. Salí al balcón en busca de la ropa que estaba colgada al sol, saqué un buzo azul, y pendida de sus patitas a la manga del buzo estaba una bellísima mariposa de colores vibrantes con sus alas espléndidamente extendidas. Me sorprendió que no saliera volando de inmediato ante mi intromisión, aproveché para observarla. Sus al

9 de noviembre

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Levantarse con los ojos hinchados del llanto de madrugada, sentir la desesperación de las lagrimas por caer una vez más por las pupilas, una y otra vez sin descanso. Cualquier cosa arranca el llanto, lo fogonea lo pone en puerta. Y se que la tarde no va a ser distinta, que los días venideros serás peor y la angustia anidara en mi pecho hachando raíces hasta alcanzar el alma. Un temblor que nace en el estomago se irriga por todo el cuerpo, como si la sangre misma hirviera, nerviosa, ansiosa, temerosa, vaticinando lo que vendrá. Es en todo momento. Y cuando me relajo creyendo que se ha ido, entonces allí retorna, intrusivamente para despertarme del sueño. ¿Cómo escucharla? Cuando lo que pide implica ahogarme en el más punzante de los sufrimiento, el dolor del corazón despedazado, mutilado, por la separación con un otro amado.

Mujer

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  A mi carne odié y culpé como inocente párvula, aflorado tierno girasol, engendre asco, lo llamé normal a temprana edad las mujeres se desprecian aprendí ¿Dónde lo aprendí? Violenta e intrusivamente sistemática y organizadamente fue devenir implacable, la mutilación y expropiación de lo que una vez fue mío. Cuando no tenía conciencia, mi cuerpo tan íntimo tan público me lo arrancaron lo entregué en silencio, oprimida me ahogue hasta que los gritos cesaron y la soledad fue única salida, para anidar la muerte de mi alma. Susurrado silencio me desvanecí no protesté, ni tan solo una vez. Creí que eso era, ser mujer.