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Mostrando entradas de abril, 2022

Mañanas de otoño

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El dulce temple del tiempo suspendido entre mis dedos. Envuelta en sábanas, almohadas más suaves que el viento primaveral, mis ojos luchan por romper con ese estado y volver a la vigilia, pero no quiero, no quiero y no quiero. Me rehúso a poner en marcha el reloj y el correr de la mente como el agua recorre furiosa los ríos en época de deshielo, arrastrando todo remanente de calma. Me encuentro embelesada por el perfume de las sábanas, tan dulce, tan fresco, tan relajante. Me doy vuelta de una lado al otro, contrariada por el sol que me exige despertar, y mi deseo de continuar en pausa me hunde más profundamente en el colchón, en la calidez del edredón azul cielo.  No es desidia, no es haraganería, es la calma. La testarudez de no soltar ese momento, a veces más corto a veces más largo, en donde mi mente sucumbe a la paz, se allá desarmada, desprovista de argumentos para arremeter contra la vida: como una niña que solo conoce de ingenuidad  e inocencia.  Toda la mañana en sí, son unas

10 de abril

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Ente nder que no todo es absoluto, que la vida no se ciñe en un no o un sí. Que la calidez se puede encontrar en los pétalos de una flor que vimos crecer desde retoño. Que la paz del alma ilumina la mirada y todo lo ve con un brillo de esplendor, hasta la más nimia situación, objeto u momento se transforma en amor, en una serena tarde soleada perfumada por el mar cercano a mi ventana y las hojas otoñales que comienzan a poblar los jardines de abril. Que obstinados somos, porque hasta quien se crea libre de tal acusación, es un tonto más entre los tontos. Un ciego más entre los ciegos, un obstinado más del montón, que ve la vida con ojos de colera bañados en ilusión.

5 de abril

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En la nada me sostengo como el vilano en el viento, en el silencio de las voces, en la impoluta presencia de la soledad, me encuentro rodeada de un sin fin de sonidos no humanos, de pensamientos vagos sobre sucesos vivos que murieron en el tiempo.  Risas desde el vientre, una mano sobre un hombro, brazos que se buscan, miradas picaras que se convalidan, pensamientos cómplices, la calidez de una sonrisa amiga, la seguridad de un otro que legitima tu existencia en el mundo. Tenerlo se volvió una faena de las más arduas, desfallece entre los días la esperanza de encontrarlo y la desesperación me hunde.  Un vacío recubre mis días, se hace imposible en el andar del tiempo. Salí al balcón en busca de la ropa que estaba colgada al sol, saqué un buzo azul, y pendida de sus patitas a la manga del buzo estaba una bellísima mariposa de colores vibrantes con sus alas espléndidamente extendidas. Me sorprendió que no saliera volando de inmediato ante mi intromisión, aproveché para observarla. Sus al