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Calidez

Quiero ser dorada y girasol para retraerme de la oscuridad  y el gélido hálito invernal,  preservarme tiernamente  hasta que sople septiembre  y los albores de enero me esperen rebautizados en tus labios verano que deja sus frutos jugosos, en los míos humedecidos por el rocío  hado silencioso de un nuevo despertar .

hoy y siempre

La pesadez del cuerpo, que no permite movimiento, se alquitrana la mente  en consonancia  con los músculos entumecidos. Las ideas se embrollan sin hilo naciente, una maraña hecha nudo cierra el oxígeno a los botones de pensamiento. Y sólo resta el dulce olvido del sueño, que es negado por el trajín de un día ordinario.

día a día

Exhalo dolor por la raíz mi lengua  minada de llagas.  Mis dedos, suaves yemas pulidas por el frío, mármol pétreo forjado  por el desierto que es mi alma desnutrida. Famélica. Atiborrada por otro orificio, sepultada en la grotesca glotonería.  

Las juzgo idénticas: a las palabras.

Cada día nos parecemos más a una ratonera, o quizá yo cada día me vuelvo más ratón que mujer y mi pequeñez me come viva mientras me retuerzo en una agonía autodidacta, laberinto autoimpuesto para escapar en el encierro ¿a la vida? ¿a crecer, ser una adulta? ¿a la soledad? ¿a la crueldad? ¿¡a las exigencias y convenciones sociales!?  a mi...  

y descarto

Y descarto que el miedo sea absoluto. respiro cada petalo de flor caída lila  de rasgos crepusculares. mortecina luz de miel, sol de media tarde cuajando la sombra de a hilos  partículas flotando en el ambiente descubiertas  danzarinas Iluminan las blancas losas del suelo limpio y decido abrazar el frescor  que septiembre arrastra por mi balcón.  

una de la mañana

Cómo te cuento sobre tanto desconsuelo Soy lágrimas  cosidas al cuero cansinas. deshechas  por tanto retornar al cuerpo. el viento tumba los cristales galopa en los visillos violenta  la habitación golpea y desangra el pasado Llagas convulsas vivas. se contorsionan Gritan. cuándo yo no puedo contarte. contarme qué es lo que aúlla con pena lastimeramente en la habitación.

27/08 - 21.25

Es por la brizna que es la vida. Polvo, la nada que somos. Buscamos ese lugar dónde los sueños son dogma  el arte es el cuerpo y sentir  es el verbo .

juego

Lamo la miel de tu ombligo como si fuese la gravedad  que ata mi cuerpo  al tuyo, y las soltamos, y las dejamos jugar a las bocas dulcemente  en nuestro planeta  de miles de estrellas.

La vía láctea: crema de estrellas infinita. que se estira como las almas.

  Ella bebía del manto de la vía láctea el néctar que la hacía tan bella y volátil, su cuerpo se alumbraba como una luciérnaga y su sonrisa impartía plenitud a quien la viese, era su forma de acallar los dolores que la desgarraban por dentro y la socavaban, ponerle un bozal a los quejidos de su alma derrumbada.  Nadie sospechaba que la magia de las estrellas se desbordaba en su interior y la estaba consumiendo. Incendiándola hasta volverla brizna del espacio.

Allá

  Mañana blanca de brillo tenue, que se asienta paulatinamente en los parpados, los visillos suavizan el ventanal, la vista a la calle y sus rugidos de ciudad gimen agónicos en el día a día típico de la urbe, donde se pierden los gritos y los aullidos de los lobos. Cierro los ojos, estoy rodeada de nieve, sentada en una atalaya congelada, en medio de un bosque inhóspito, desierto blanquecino, aire tajante, aroma a pino. Una figura montaraz se mueve ágil en la lejanía, dando zancadas por la nieve blanda y espesa que lo hunde borrando parte de su contorno, da saltos perspicaces, violentos para abrirse camino por la nieve virgen. Con lomo corvo, cabeza encogida, piel erizada, pelaje oscuro tupido moteado en plata, esconde ojos indómitos bruñidos en instinto, que suspiran aliento voraz por la vida, son color caramelo rasgado, encendidos en el paisaje uniforme níveo, dos llamas refulgentes insaciables. Se detiene en seco. Olisquea el suelo frío. Levanta parco la pesada cabeza, resping

parpados

  Después de llorar tengo tanto sueño, una somnolencia me ataca con agudeza los parpados, es como si necesitara llorar para dormir y descansar tranquila, sin peso, para levitar como las hojas que caen en otoño y veo desde mi ventana desprenderse de los vástagos y  arremolinarse  bailoteando absortas en su danza mortuoria.

pinturitas

llevo puestos los colores del cielo, a veces, cuando te beso. y suspiro amores en tu cuerpo, y me embeleso con tu piel. esa quietud que sosiega mis colores. aplaca el ardor, abraza un calor, incendio vivo del poniente en un agosto dorado por tu boca

Habitación

Somos florecillas blanquecinas bordadas al ras de los visillos de la habitación, coloreada mortecina por el crepúsculo culminado en agosto. El frío encuadrado en la ventana, realza la calidez del cuarto, el brillo cobrizo de la lámpara de pie apoyada sobre la mesita de luz, tiñe de dorado mi piel, desnudada para ponerme la ropa de cama un pantalón a cuadros y un sweater rosado . Antes de abrigarme, me detengo ante los ojos del espejo, el frescor del aire en el ambiente roza mi cuerpo,   mis brazos, mis pechos, es reencontrarme, después de haber estado oculta todo el día, bajo metros de tela, género mullido, algodón confortante. Tan cómodo que se vuelve insoportable y asfixia. Acaricio lento mis muslos. La imagen de la ventana retrata la lentitud del tiempo, las acículas de los pinos se agitan trémulas, desvalidas ante la ferocidad del viento en la venidera oscuridad, entrando una noche que incita hálito de café,   aroma a té, besos remilgados, manos firmes en mis cadera

Invierno

Soy yo en agosto, y esa canción,   Susurrito. Y té caliente. Y Gerardo ronroneando. Y el portillo pintado en acículas. Aroma a pino.

Agujas de pino

Me desconcierta no hacerle caso a mi cabeza. Las lágrimas del cielo dibujan caminitos de hormiga sobre el vano cristal de mi habitación. Los cuerpos voluptuosos llaman la atención. El frío de agosto azota con vehemencia la ventana, la empuja, casi la abre. La carne rolliza es grotesca, dicen, es repugnante. ¿Quiero esconderme entre huesos? Las acículas caen en vuelo sesgado por las ráfagas, danzando en el aire como bailarinas raquíticas, delicadas, frágiles. Se ven tan livianas que podrían desaparecer sin que nadie lo notara, tienen una gracilidad en su morfología que las volatilizan. ¿Quiero desaparecer? Ser una acícula bailarina entre partículas de oxígeno, tan exigua y estoica como una figura ámbar de mármol tallada y fina. Caen desvalidas, arrancadas de su rama madre, chillando hacía el vacío, pero son tan bellas y aerodinámicas, que parecen haber brotado para ello, para desvanecerse en la nada, volverse almiar y ser una acícula más del montón. Luchó

11/07 - 23.41

El dibujo de tus labios rosados me abstrae. Rollizos y mullidos se deslizan entre palabras que no oigo, porqué estoy pensando cómo sería besarte.  La humedad de tu boca, la textura de tu lengua sobre la mía, moviéndose morosa entre los dientes que no participan.  La temperatura de tu respiración que se mezcla con la mía. Es una melopea suave, recitada en versos libres. Tibios nos mordisqueamos tiernos hasta qué despierto, con tu pregunta, y recuerdo que estábamos hablando, que vos siempre estuviste lejano y fue el ruido de la fantasía él qué me colmó por unos instantes.

09/07 - 20.26

Sí alguna mañana lograras ver más allá, embelesar los sentidos con más que una pantalla que escupe un revuelto masticado de porquerías estereotipadas. Si alguna tarde lograras maravillarte con la voluptuosidad de la piel, no sólo refugiarte en una silueta cosificada y ganadora del concurso social que condecoró esa talla por puro capricho. Si algún noche, tan sólo, fueras más sujeto y menos objeto. Podrías sumergirte en lo hondo de la historia humana, bucear arrastrado por la corriente, pero con la convicción del explorador, reconfortado a cada tramo por la certidumbre de lo desconocido, la excitación de una nueva cosmovisión con cada inhalación. Las profundidades del océano son insondables, son un reflejo del cielo, rotundo enigma. Somos partes, recortes, pedacitos de genética de estirpe animal: ¿Por qué buscas encerrarte en una estereotipo? ¿Por qué no desubicarse hasta las últimas instancias, en vez de quedarnos con lo servil? ¿Por qué no bucear más allá del reflejo, piélago

Açaí

Nos habíamos sentado uno al lado del otro, en la misma línea, para compartir la masa convulsa violácea, para compartir nuestros límites, fundirnos en piel. Él se aproximó delicadamente, sigiloso, con seducción animal, movimientos articulados felinos, para acicalar a su torpe menina que estaba manchada; con gesto indulgente, preparándose para el acto de pulcritud, tomando los recaudos de estar bien acomodado en el asiento, de tenerme bien enfocada y encuadrada para no errarle en sutileza y ternura, anidando su espacio, desde su perspectiva viéndome como a una criatura artística, asió mi mano, que estaba apoyada sobre el banquito, con la suya izquierda. Yo me impulse mínimamente, para hacernos más íntimos, que sus palmas me alcanzaran sin esfuerzo bruto, que sea un momento de suavidad incitante; en cuanto a su mano diestra, esta se sumergió hondamente en mi cabello oscuro, con dedos amplios y esparcidos, estirados, presionando el cuero cabelludo, que cedía a las cosquillitas agudas, p

07/07 - 23.01

Quíero ser dorada y girasol para retraerme de la oscuridad,  y el hálito gélido invernal,  preservarme hasta que sople septiembre  y los albores de enero me esperen.

LISTA

LISTA: Llamar al Registro. Hacer el trabajo de Arte. Grabar el audio de Inglés, ¿Ir a correr? ¿Yoga? Escribir… O editar los audios. Porquería, sarta de estupideces sin sentido que hacer, en la monotonía de los días clonados, exactamente iguales unos a otros, una secuencia repetida de patrones inmutables, me hartan, me enferma ¡Que hastío! La magia me dejó, se fue a pulular por otras cabezas, se posa en los vergeles exóticos del Brasil o en la cordillera de Chile. Cada mañana se construye, como un túnel ciego donde camino de memoria, sin errar ni un paso, sin caer, sin titubear. Tomo un mate, dos, tres. Amargura. Desidia. Sosiego. Uno, dos tres. La enumeración de los estadios de la luz que traslucen por el frío cristal, ventana vuelta teatro, soy espectadora de los gorriones que anidan en las copas de los pinos del jardín durmiente. Respiro suave, todo tranquilo, silencioso, idéntico al ayer. No quiero seguir con esta mentira. ¿Vivir? ¿Esta porquerí

TÍTULO: Crónica de una caza.

Sentí  un sonido, oí un chillido gélido. Cerré los ojos, respire profundo, agudice el olfato, tranquilice la sangre, enfríe los latidos. Mi lanza de punta afilada estaba lista para asaltar a los leones que nos merodeaban hace ya diez lunas. Eran ellos. Éramos nosotros. Gran Yuggaka estuvo todo este tiempo complaciendo a los Dioses, conjugando hechizos, bendiciendo amuletos, sacrificando a los pájaros y a los cuadrúpedos pertinentes para la tarea de la caza, aguardando el décimo día con febril ansia. Porque ella dijo, que no era el séptimo, o el quinto, ni el onceavo sol, era el décimo. Sin discusión, mando el décimo. Atisbe el ardor en sus ojos, hoy, cuando el sol calentó la tierra y resolvimos salir, luego de tanta espera el momento llegó. Nueve lunas, nueve soles, nueve cielos perdidos en el confinamiento de la caverna, asediados por el miedo, los felinos montaraces jugaban con nuestro temple, se divertían corriendo en nuestro jardín pedrusco, husmeando con su húmedo hocico las provi

1327 a.c

Bienaventurado Tutanjató, divinidad del hado, par de Ra y Amón, compañero de glorias y autoritarios poderes, Melancólico y grato amaneció el día anoticiado con su muerte, Metamorfosis prístina que sufrió a jovial edad, Pasearas por los jardines incorpóreos repartiendo gloria, amor, sabiduría y eterna bondad, Magnánimo y justo, con su poderío, restauró el orden del Nilo y nos gobernó a siervos y a nobles clérigos por igual, Oro, lapislázuli , turquesa s, cornalinas, pasta vidrio, cuarzos, obsidianas, ornamentan fastamente vuestro funesto final, En un busto de sobria riqueza, Capituló su deidad párvula, sin distar la sapiencia, Es, ahora, arbitrario el destino, del porvenir del Egipto, el Bajo y el Alto Nilo lo besan en secreto, deseando su próxima y próspera transformación, Gigante ante los Dioses expectantes, anhelantes a su llegada, Arrodillado sobre mi shenti , plisado, arrugado, sucio, polvoriento, húmedo y terroso, evoco en mi memoria, las palabras que vociferó al pueblo, A los ni

Negroides

Estábamos solos en la pesadez de la noche, ni un alma aparte de las nuestras. Un manto negro cubría toda la playa, la oscuridad y el silencio absolutos nos abrazaban, el aire caliente corría libre y tranquilo, meciendo las dunas, llevando arena y sal. Parecía que el mar dormitaba, así como las olas susurraban al golpear en la costa, juraría que oía sus palabras encantadoras. La armonía de una canción marina arrullaba las estrellas, que iluminaban todo, como velas en la espesura. Y me miraste, como nunca lo habías hecho antes. Entre los tamariscos tupidos y frondosos, ya florecidos, montamos un refugio, resguardados de la brisa. Un lecho, una cama con edredón y almohadas, viendo al océano, a la luna a las constelaciones, desde nuestra ventana pequeña y personal.  Un recorte similar a un cuadro vivo, en nuestra habitación improvisada, acostados en nuestro modesto camastro improvisado. En ese lugar, con toda esa belleza, solo pude observar tus ojos negros.