10 de abril

Entender que no todo es absoluto, que la vida no se ciñe en un no o un sí. Que la calidez se puede encontrar en los pétalos de una flor que vimos crecer desde retoño. Que la paz del alma ilumina la mirada y todo lo ve con un brillo de esplendor, hasta la más nimia situación, objeto u momento se transforma en amor, en una serena tarde soleada perfumada por el mar cercano a mi ventana y las hojas otoñales que comienzan a poblar los jardines de abril.

Que obstinados somos, porque hasta quien se crea libre de tal acusación, es un tonto más entre los tontos. Un ciego más entre los ciegos, un obstinado más del montón, que ve la vida con ojos de colera bañados en ilusión.

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